La Revolución Industrial provocó importantes cambios en el estilo de vida, que condujeron a un desajuste entre nuestras adaptaciones evolutivas y los entornos modernos, lo que se conoce como "teoría del desajuste evolutivo".
Este desajuste contribuye a la prevalencia de enfermedades autoinmunes como la obesidad, la diabetes, las cardiopatías, el Alzheimer y el cáncer, ya que las variantes genéticas que antes proporcionaban ventajas de supervivencia ahora nos predisponen a estas afecciones (1, 2, 3).
Los factores estresantes modernos agravan estos problemas al promover la inflamación crónica y la disfunción metabólica. Comprender el desajuste evolutivo y la salud mitocondrial es esencial para abordar los retos sanitarios contemporáneos.
Disfunción mitocondrial, inflamación e impacto en el microbioma intestinal
Las mitocondrias, las centrales eléctricas de la célula, desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento de la homeostasis celular mediante la producción de ATP. La disfunción mitocondrial, caracterizada por un deterioro de la fosforilación oxidativa (OXPHOS) y una producción reducida de ATP, es un rasgo central de las enfermedades modernas relacionadas con el estilo de vida.
Las mitocondrias disfuncionales producen un exceso de especies reactivas del oxígeno (ROS), lo que conduce al estrés oxidativo, que daña los componentes celulares y desencadena vías inflamatorias (4).
En las células inmunitarias, la disfunción mitocondrial deteriora el metabolismo energético, lo que conduce a una producción alterada de citocinas y a la activación de las células inmunitarias. Esta disfunción desvía la respuesta inmunitaria hacia un estado proinflamatorio, promoviendo la inflamación crónica y la patología autoinmunitaria (5, 6, 7, 8).
En el intestino, la disfunción mitocondrial agrava la disbiosis al crear un entorno inhóspito para la microbiota beneficiosa y favorecer el crecimiento de especies patógenas.
El deterioro de la producción de ATP por las mitocondrias afecta a las células epiteliales del intestino, debilitando la barrera mucosa y permitiendo la translocación de bacterias y toxinas.
Esta condición de "intestino permeable" amplifica aún más la activación inmunitaria y la inflamación, creando un círculo vicioso que perpetúa los desequilibrios de la microbiota y los trastornos autoinmunitarios (8, 9).
Alteradores de la salud del estilo de vida moderno
Una amplia gama de factores del estilo de vida moderno convergen para alterar este delicado equilibrio, lo que conduce a una disfunción mitocondrial, que provoca una alteración del equilibrio energético celular y de las respuestas inmunitarias, fomentando un entorno proinflamatorio.
Entre estos factores, son bien conocidas las dietas occidentales que contienen alimentos muy procesados y el sedentarismo (10,11). Aquí cubrimos otros factores que afectan a la función mitocondrial y al intestino, provocando inflamación, que pueden ser menos conocidos:
1) Exposición inadecuada a la luz solar y luz azul artificial
Los estilos de vida modernos en interiores limitan la exposición a la luz solar, lo que provoca una deficiencia generalizada de vitamina D. Se ha informado de que entre el 30 y el 50% de los niños y adultos de Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia, Nueva Zelanda y Asia tienen carencia de vitamina D (12).
Esta deficiencia está asociada a una amplia gama de enfermedades, como el cáncer y muchas enfermedades autoinmunes (revisado en 13). La deficiencia de vitamina D se ha asociado con una mayor permeabilidad intestinal y susceptibilidad a las infecciones, lo que favorece los desequilibrios de la microbiota y la inflamación (14), y por tanto conduce a la enfermedad.
Además, la exposición a la luz azul artificial de las pantallas y la iluminación LED altera los ritmos circadianos y la producción de melatonina. La alteración de la producción de melatonina puede provocar una disfunción mitocondrial, caracterizada por una producción deficiente de ATP y un aumento del estrés oxidativo. Esta disfunción exacerba la inflamación y altera la composición de la microbiota intestinal, favoreciendo la disbiosis y los trastornos gastrointestinales, lo que conduce a la enfermedad (15).
Las directrices actuales de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) recomiendan mantener unos niveles óptimos de vitamina D mediante una combinación de dieta, dosis adecuadas de suplementos de vitamina D (de lo que hablaremos en futuros artículos - ¡estad atentos!) e irradiación solar UVB (16).
Las directrices respaldadas científicamente para la exposición a la RUV solar recomiendan al menos 15 minutos de exposición solar diaria entre las 10:00 y las 15:00 de mayo a septiembre para adolescentes y adultos (17). Estas recomendaciones pueden variar en función de la latitud, la pigmentación de la piel, la edad y otros factores.
Las estadísticas descriptivas de las puntuaciones medias diarias de MUSE, que representan los Minutos de exposición solar sin protección para distintas zonas del cuerpo (desde el cuero cabelludo hasta los pies), describieron una media máxima de 20 minutos de exposición sin protección para la cara (18).
Es importante destacar que la RUV necesaria para la síntesis de la vitamina D es mucho menor que la necesaria para la quemadura solar, ya que la producción previa de vitamina D alcanza su pico rápidamente (19). El tiempo de exposición también debe ajustarse en función del Índice UV local (UVI), disponible en Internet.
2) Campos electromagnéticos (CEM)
La exposición a los CEM de los dispositivos tecnológicos induce estrés oxidativo y disfunción mitocondrial. Este estrés deteriora la producción mitocondrial de ATP, fomentando la inflamación y alterando el equilibrio de la microbiota intestinal (20).Los desequilibrios resultantes de la microbiota contribuyen a aumentar la permeabilidad intestinal y la inflamación, lo que conduce a enfermedades autoinmunes.
Una amplia revisión abarcó varios estudios con metodologías adecuadas que reflejan la capacidad de los CEM para causar efectos adversos para la salud, incluida la salud reproductiva, el sistema nervioso o el cáncer. En esta revisión, se llegó a la conclusión de que, aunque deberían realizarse más estudios y más exhaustivos, en muchos estudios se han demostrado varios mecanismos creíbles, como el estrés oxidativo, como explicación de los efectos adversos para la salud causados por los CEM (21).
Aparte de reducir al máximo la exposición a los CEM, pueden adoptarse varios hábitos de vida para reducir el estrés oxidativo, como hacer ejercicio regularmente, ingerir nutrientes o tomar suplementos ricos en antioxidantes, como los ácidos grasos omega-3 presentes en los aceites de pescado graso, la vitamina C y E, el glutatión y la coenzima Q10 (22). Los suplementos de omega-3 disminuyen los marcadores circulantes de estrés oxidativo, mejorando la función mitocondrial (fuente de radicales libres) y reduciendo la inflamación (23), según ha informado un estudio muy reciente.
3) Alteradores endocrinos
Las sustancias químicas alteradoras endocrinas (SAE), como el bisfenol A (BPA) presente en el plástico y los ftalatos, interfieren en la regulación hormonal. Estas sustancias alteran el microbioma intestinal al imitar o bloquear las hormonas naturales, lo que provoca disbiosis y una mayor permeabilidad intestinal.
Las SAE, junto con los contaminantes y los obesógenos, aumentan la acumulación de grasa, la inflamación y la disfunción de los adipocitos, contribuyendo a los trastornos metabólicos y las enfermedades autoinmunes. La disfunción mitocondrial desempeña un papel crucial en estos procesos, ya que las EDC deterioran la función mitocondrial, exacerbando la inflamación y los desequilibrios metabólicos (24).
Se recomienda reducir el uso de plásticos en contacto con los alimentos y el agua potable, así como utilizar cosméticos y productos sanitarios sin SAE para reducir los efectos adversos para la salud relacionados con los SAE.
4) Estrés
El estrés crónico activa el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA), lo que provoca una liberación sostenida de cortisol. El cortisol elevado altera el eje intestino-cerebro, alterando la composición de la microbiota intestinal al reducir las bacterias beneficiosas, como el Lactobacillus y el Bifidobacterium, y promover las especies patógenas.
Esta disbiosis contribuye a la inflamación y permeabilidad intestinales, precursoras de trastornos autoinmunes. La disfunción mitocondrial inducida por el estrés deteriora la producción de ATP, exacerbando la inflamación y los desequilibrios de la microbiota (25).
Una amplia gama de hábitos de vida para aliviar el estrés y la ansiedad incluyen la meditación, ejercicios de respiración para promover la activación del sistema nervioso parasimpático (26), técnicas psicológicas como la EFT (27), ejercicio regular, nutrición adecuada o suplementación con Ashwagandha, L-teanina presente en el té verde o pasiflora (28).
5) Soledad y aislamiento social
La soledad y el aislamiento social crónico se asocian a un aumento de la síntesis de lípidos y a un cambio metabólico de la OXPHOS a la glucólisis. La soledad conduce a la activación crónica del eje HPA, a un cortisol elevado, a un aumento de la glucosa en sangre y a la resistencia a la insulina, promoviendo hábitos poco saludables y reduciendo la señalización de saciedad (28).
Suplementación y apoyo mitocondrial
Dado el impacto de los factores del estilo de vida moderno sobre la función y la salud mitocondriales, se ha explorado la suplementación dirigida como estrategia potencial para mitigar estos efectos (29).
El ribósido de nicotinamida (NR), una forma de vitamina B3, ha llamado la atención por su capacidad de aumentar los niveles de NAD+, una coenzima crítica para la función mitocondrial. El NAD+ desempeña un papel fundamental en el metabolismo energético celular y en las reacciones redox, y su agotamiento se asocia a la disfunción mitocondrial y a la inflamación (30).
Muchos estudios preclínicos y clínicos han demostrado los beneficios para la salud y la seguridad de la suplementación con NR a largo plazo en humanos (32, 33). Curiosamente, un estudio reciente demostró que la suplementación con NR reducía los marcadores de inflamación y mejoraba la sensibilidad a la insulina, destacando su potencial para mitigar el impacto de los factores del estilo de vida moderno sobre la salud (32).
Al aumentar los niveles de NAD+, el NR favorece la función mitocondrial, lo que puede ayudar a mantener la salud metabólica y reducir el riesgo de inflamación crónica (34). Como tal, la suplementación con NR representa una vía prometedora para mantener la salud mitocondrial y mitigar los efectos adversos para la salud asociados a la vida contemporánea.
Conclusión
La vida moderna ha introducido numerosos factores que alteran la función mitocondrial y la salud general. Desde las elecciones dietéticas y el sedentarismo hasta la exposición a contaminantes y luz artificial, estos elementos contribuyen colectivamente a la disfunción mitocondrial, la inflamación y las enfermedades crónicas.
Comprender el papel de las mitocondrias en la salud y la enfermedad subraya la importancia de las estrategias dirigidas a apoyar la función mitocondrial, como la implantación de hábitos de vida más saludables y el uso de suplementos para reducir el "desajuste" evolutivo y apoyar nuestras necesidades fisiológicas.
Por tanto, la suplementación con compuestos como el NR, junto con modificaciones del estilo de vida, puede ofrecer beneficios significativos, fomentando la resiliencia y reduciendo la carga de los problemas de salud relacionados con el estilo de vida moderno.